La música abre el mundo, y el corazón…

El arte conecta, es el idioma Universal, es libertad.

A través del arte nos sentimos libres porque podemos ser y mostrarnos como nosotros mismos. Ser, aunque sea solo por unos minutos, creadores. Liberarnos de todo lo que no somos y no queremos, preocupaciones, dudas, deseos, deberes y acercarnos a nuestra esencia.

El arte conecta, es el idioma Universal, es libertad.

Mi nombre es Dorina Gavrilita, tengo 32 años y soy violinista. Mis primeros recuerdos son unas melodías clásicas que sonaban desde el tocadiscos de mi padre. Discos de vinilo y orquestas que me transportaban a los mejores viajes imaginarios. Conocí el mundo a través de la música y no me lo puedo imaginar de otra forma.

Empecé a estudiar violín a los 5 años con mi padre y en la escuela nacional de música de la ciudad donde nací – Chisinau. No sé si quería ser violinista, pero sé que el violín y la música siempre fueron mi refugio. Siempre he tenido dudas y preguntas.  ̈ ¿Para qué estudio, es este mi camino y que es lo que puedo aportar a este mundo a través del violín?  ̈

En la búsqueda de estas respuestas he vivido experiencias únicas que me han ayudado a crecer y conocer el mundo. Entender que la respuesta es el camino, es la disciplina, el esfuerzo diario, el respeto, las elecciones que hago y mis responsabilidades. Ser sincera conmigo misma y con los demás, hacer mi papel, soltar y confiar. Más difícil de lo que me lo imaginaba, pero sigo aprendiendo y vi que en la música se encontraban los pensamientos y vivencias de otras personas que sienten algo similar. Cuando no podía hablar, la música lo hacía por mí. Así me di cuenta que necesito la música, que hay mucho de decir y compartir y ahora estoy más segura que nunca que es un camino no una profesión, es tú actitud. Es tú intención y tus acciones. 

Somos muchos que nos encontramos en la misma canción, lugares, historias, épocas, vidas, emociones… Poder estar ahí me hace feliz. 

Sentir, vivir y compartir es un arte. Los errores son parte de esta arte, modulaciones, acordes complicados, melodías suaves o intensas, todo esto para construir una armonía. ¿Y si dejamos de pensar, dejamos que la música haga su propósito y dejamos que nuestra alma baile? 

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